AJUSTARSE CREATIVAMENTE EN UN CAMPO COVIDEPRIMIDO.

  1. AJUSTARSE CREATIVAMENTE EN UN CAMPO COVIDEPRIMIDO.12 de octubre de 2020.

Llega el otoño del año 2020, un año que supongo que recordaremos como marcado por la pandemia del COVID, que cambió nuestra vida por completo.

Desde que nos llegaron las primeras noticias que venían desde China y las primeras imágenes de hospitales construidos aceleradamente para contener el virus, hace ya casi un año, frente a una posición de superioridad incrédula que nos hacía mirar divertidamente las noticias.

Pero llegó el 13 de marzo, el confinamiento, y con él, la consciencia de que un Acontecimiento global había logrado impactarnos a nivel global, hasta el punto de detener el sistema. Nos dimos cuenta que el SARS-COV2 había cambiado nuestra realidad, nuestro mundo.

A partir de ahí, hemos vivido juntas una curva emocional, en la que, de diversos modos, nos hemos ajustado al miedo, a la tristeza, al extrañamiento…

Hay algo de irreal y de apocalíptico en los rostros cubiertos por las mascarillas, en la mirada suspicaz en que nos reconocemos, en la incertidumbre que sentimos al pensar en cuándo terminará la pandemia, en el miedo de numerosas personas mayores atemorizadas por relacionarse, en los problemas para dormir, en las tiendas cerradas en las calles, en la preocupación por la crisis económica que se cierne sobre nuestras cabezas…

Y es que comienza a sentirse una cierta sensación de extrañamiento, como de exilio, con respecto a nuestra “normalidad”. Recuerdo cómo describía Mario Benedetti su vuelta del exilio a Montevideo, y cómo relataba la experiencia de sentirse extranjero en su propia ciudad. Es como si fuéramos inmigrantes en esta nueva realidad.

Nos comienza a pesar esta realidad empobrecida, este campo deprimido, en el que ajustarse implica entristecerse. Todo parece costar más. El tiempo y el espacio se han reducido, y no se percibe el fin del túnel, ni siquiera parece real que podamos volver a nuestra vida anterior.

La pandemia ha dificultado o paralizado los servicios de salud mental esenciales del 93% de los ‎países del mundo, mientras que crece la demanda de atención de salud mental, según un nuevo estudio de ‎la OMS[1] en el marco del día internacional de la Salud Mental.

El duelo, el ‎aislamiento, la pérdida de ingresos y el miedo están generando o agravando trastornos de salud mental. ‎Muchas personas han aumentado su consumo de alcohol o drogas y sufren crecientes problemas de insomnio ‎y ansiedad.

Una encuesta reciente de la organización Mental Health Research Canada[2] señala que la salud mental se ha visto gravemente afectada durante la pandemia, y que hemos sufrido un incremento importante en las tasas de ansiedad y depresión a nivel global.

Parece que la mascarilla esconde un regusto amargo, y nos descubrimos inhalando un gris dióxido de carbono.

Y es que la presencia del COVID-19 ha cambiado totalmente las coordinadas de la realidad que vivíamos, señalando con más violencia las fracturas del sistema. El virus pone un límite al sistema, y de este modo reconfigura los imaginarios del cambio social y personal que manejábamos.

De este modo, terapeutas y pacientes, nos vemos igualmente atravesados por la necesidad de ajustarnos a un campo social covideprimido: nos vemos en la necesidad de adaptarnos a otro mundo, a la dificultad de proyectarnos a futuro, a manejar nuestros propios miedos y riesgos, de recentrarnos sobre los cuidados, tanto de nuestros entornos próximos como de los personales…

Esta nueva situación nos está pidiendo como gestaltistas es precisamente el de acompañar el tránsito del pánico al miedo, del estado de alarma al estado de alerta, de estar atentas al malestar, para saberlo situar y poderlo, de este modo, manejarlo sin dañarnos.

  • COVID-19 COMO POLARIDAD DE LA TERAPIA GESTALT. 24 de octubre de 2020.

Las medidas políticas puestas en marcha con el fin de contener la expansión del virus se encuentran en una posición polarizada en relación a los lugares desde los que intervenimos en terapia Gestalt.

Frente a la primacía de la experiencia próxima entre terapeuta y paciente se nos proponen formas lejanas, mediatizadas por la esfera online.

Las mascarillas restringen la resonancia emocional desde la que el terapeuta conecta con el paciente y co-construyen la relación terapeútica.

El estado generalizado de miedo restringe la capacidad creativa de las personas generando ajustes esclerotizados, formas conservadoras, atávicas de supervivencia que nos llevan a la hipervigilancia, la retirada del contacto con respecto a la otredad. Un campo lleno de temor y desconfianza hacia los demás nos lleva además a crear formas frías y poco satisfactorias de contacto. Este pierde intensidad y la posibilidad de co-crear encuentros plenos se ve mermada.

La incertidumbre deja de ser un “vacío fértil” al verse reducidas las posibilidades creativas de la situación, y adquiere un fondo de angustia, de pérdida de un ground que aporte soporte.

Sin embargo, desde la propuesta teórica de integración de las polaridades esta “nueva normalidad” se convierte en un territorio de posibilidad para realizar un gran ajuste creativo como comunidad gestáltica planetaria que apoye el ajuste creativo global que necesitamos.

La irrupción de esta nueva realidad, tal y como refería anteriormente, posibilita sin embargo que la realidad social pase a ser figura dentro del fondo, de modo que  terapeutas y pacientes, encuentren un espacio común que facilite el encuentro y sostenga la posibilidad de construir una frontera-contacto significativa.

El contexto pandémico está posibilitando la aparición de nuevas formas de contacto y relación ante las cuales es importante estar atentas como gestaltistas, no sólo a través de los canales online, sino además en nuestras relaciones cotidianas, impregnadas de cierta tristeza, transitada por conversaciones en torno a la evolución de la pandemia y por el deseo de recuperar nuestras vidas.

Por otro lado, se están dibujando cada vez con más fuerza dos discursos polarizados entre el discurso de “o nosotros o el caos” basadas en la norma, la coerción y la persecución de la población por un lado, y la posición “negacionista” por otro, en la que el virus es negado, y se desconfía de cualquier propuesta comunitaria en tanto en cuanto parte de una supuesta conspiración global.

Bajo la misma idea gestáltica de integración, creo que podemos colaborar en la gestación de un tercer discurso que sostenga la responsabilidad y el cuidado de la comunidad, con la exigencia de políticas encaminadas a incrementar el gasto social y sanitario, y no tanto el panóptico social e hipernormativo en que nos vemos todas envueltas.

Me parece especialmente preocupante el discurso bélico de “lucha” contra la pandemia, en tanto en cuanto ha generado un marco mental militar basado en una serie de normativas, en muchas ocasiones incoherentes entre sí, que penetran en el espacio más íntimo de la ciudadanía y que centran la atención social en el cumplimiento de la norma. Pareciera que, ante un escenario de alta incertidumbre, se ha optado por políticas normativas basadas en el acatamiento, más que en la concientización y prevención en términos de salud (lo cual se ha echado de menos especialmente entre la población adolescente y joven) de la población para contener la expansión del virus.

Las políticas propuestas por la mayoría de estados han girado en torno a la decisión de cargar todo el peso de la gestión de la pandemia en el compromiso de la ciudadanía, sin apenas implementar más recursos económicos y humanos en relación a la asistencia sanitaria.

Todo ello ineludiblemente está conduciendo a una población que empieza a resentirse en términos de salud mental tras meses de pérdida de libertades civiles en una estrategia global que está dando escasos resultados, y cuyo malestar está siendo canalizado hacia las decisiones individuales de la ciudadanía, y no en relación a las políticas puestas en marcha.

Frente a esta visión unidireccional, la Gestalt aporta un marco amplio de comprensión integral que creo que puede enriquecer las prácticas frente a la pandemia, o al menos ir tejiendo un tercer espacio de pensamiento que nos permita transformar nuestras manera de enfrentar la situación pandémica.

Frente a un escenario culpabilizador, la mirada gestáltica nos permite comprender las dificultades como parte de un campo de fuerzas donde la diversidad de situaciones, las desigualdades sociales, la carencia de recursos sanitarios, las políticas de excepción están generando situación de grave malestar social que va en aumento.

  • UNA TERAPIA GESTALT TRANSFORMADORA PARA UN CAMPO SOCIAL PANDÉMICO.

La terapia Gestalt con su acento sobre la experiencia, la agencia personal, la presencia implicada del terapeuta en la situación terapeútica creo que nos posibilita una serie de herramientas clave para el despliegue de los procesos personales ajustados al aquí y ahora de la “nueva normalidad” que estamos viviendo.

Frente a la consideración simplista de la clínica en relación a las problemáticas de salud mental como trastornos específicos que necesitan de técnicas específicas para su “curación” la Terapia Gestalt, en medio de este entorno covideprimido ofrece la posibilidad de experimentar nuevas formas nuevas de ajuste y transformación frente a un contexto nuevo y difícil.

Creo que en un contexto complicado como en el que vivimos las personas que acuden a los servicios de salud mental con diferentes problemáticas necesitan de un apoyo en el desarrollo de nuevos recursos de afrontamiento frente a esta nueva realidad generada entre la irrupción del virus y las políticas desarrolladas para hacerle frente.

En un momento en empezamos a enfrentar la enorme crisis social que nos viene es necesario tapar el agujero de la barca para que no entre agua, más que achicar agua constantemente.

Cabe preguntarse si la Terapia Gestalt ofrece algún elemento necesario para enfrentar el  sufrimiento en este contexto, o más en concreto, qué nos pide esta situación como gestaltistas?

Este momento pandémico está pidiendo intervenir dentro de la situación terapeútica, ya que se muestra con claridad que estamos atravesadas como terapeutas por la misma realidad COVID, por lo que nuestro marco no puede reducirse a una mera mirada clínica individualista que considere la sintomatología como algo que sucede sin relación con el entorno social.

En este sentido, es clave cuidar el no caer en paternalismos o espiritualismos reduccionistas, para abordar el ajuste a este campo pandémico desde la responsabilidad personal y colectiva. Es necesario confrontar(nos) con la tensión entre cómo colaborar a nivel comunitario en detener la propagación del virus y la de la asunción de riesgos relacionados con la vida cotidiana[3].

Por otro lado, no podemos desligar aspectos que están emergiendo en consulta de las políticas desplegadas en la contención del virus. Especialmente en la gestión de los duelos, ya que muchos de ellos han estado interrumpidos por la distancia social, pero también en relación con la pérdida de puestos de trabajo, con el confinamiento, el rastreo de casos…

En el fondo, esta crisis nos ofrece la oportunidad de desarrollar una práctica gestáltica repolitizadora.

Iñaki García Maza.


[1] https://www.who.int/es/news/item/05-10-2020-covid-19-disrupting-mental-health-services-in-most-countries-who-survey

[2] https://www.mhrc.ca/our-research/

[3] La presencia invisible del virus nos somete a esta tensión en cada decisión cotidiana: tomo el autobús para ir al trabajo, me tomo un café dentro de un bar, quedo con un grupo de amigos…? Estas tensiones que vemos en consulta y en nosotras mismas están generando fuertes malestares que solo podemos entender desde su contexto social.

[4] http://www.erain.eu

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