CAMBIAR EL PASADO.

Mirando el pasado...
Mirando el pasado…

 

La mayor parte de las personas que deciden comenzar una psicoterapia lo hacen por motivos relacionados con el cambio. Aunque no pocos de los malestares que nos aquejan tienen que ver con la aceptación ( y por tanto, toma de conciencia) de lo que se esta experimentando en la vida, este proceso ya conlleva un cambio en cuanto que, paradójicamente, varía la situación desde la que partía en un inicio.

Desde la Psicoterapia Gestalt hablamos de la teoría paradójica del cambio, por la cual, la propia aceptación de nueva realidad ya provoca en sí misma un cambio, porque introduce variaciones sobre nuestra forma de relacionarnos con el entorno.

Al hablar del cambio, una idea que subyace al mismo es la de su proyección en el futuro, nos viene a la conciencia casi inherentemente.

Pero, y si tan importante como cambiar el futuro, fuera cambiar nuestro pasado? Si, porque nuestro pasado esta en nuestra memoria. Y tanto es así, que en la manera en como contamos nuestro pasado, esta implicado como sentimos nuestro aquí y ahora, e incluso nuestra proyección del futuro.

De hecho, la manera en como nos contamos, implica nuestro sentido de la identidad, nuestra función personalidad. Por eso es clave la forma en como hacemos literatura de nosotros mismos…

En esta dirección apuntan las terapias narrativas, donde la clave es poder leer (nos) de otro modo, que de una forma no menos cierta, nos permita aumentar nuestro nivel de conciencia y de integración personal.

La terapia narrativa fue reconocida fuera de Australia, lugar donde fue creada, por el archiconocido libro de White y Epston (1993) Medios Narrativos para fines terapéuticos. Estos autores usaban certificados, cartas y todo tipo de documentos para lograr externalizar el problema y que la persona tuviera más espacio para crear una identidad distinta a la que el problema proponía.

Desde esta mirada las personas son entendidas como expertas de sus propias vidas (Morgan, 2004). Esto conlleva un cambio de conceptualización con respecto a quién busca ayuda. No se le llama paciente, ni se le llama cliente sino que se le denomina “coautor” del proceso de terapia (White, 2004).

Con este término Michael White quiere cuestionar la posición del terapeuta como experto y, por tanto, cuestiona su superioridad explícita e implícita sobre la persona que busca su ayuda. Coautor es quien ayuda al terapeuta a comprender la situación desmontando los prejuicios inherentes a la profesión, a la raza, a la clase social, al género, etc., facilitando la auto descripción del problema.

Hace ya algún tiempo tuve la ocasión de leer en un blog sobre ciencia que un grupo de físicos acababa de lograr lo que parecía imposible: modificar desde el presente un evento que ya había sucedido con anterioridad. La hazaña se consiguio aprovechando una extraña capacidad de las partículas subatómicas que ya había sido predicha, pero que jamás hasta ahora había podido ser demostrada. El espectacular hallazgo se publica en Nature Physics.

En este trabajo se planteaba que a la larga lista de propiedades extraordinarias de las partículas subatómicas habria que añadir, a partir de ahora, su capacidad para influir en el pasado. O, dicho de otra forma, para modificar acontecimientos ya sucedidos. El concepto clave que permite este nuevo y sorprendente comportamiento es un viejo conocido de los físicos: el entrelazamiento cuántico, un fenómeno aún no del todo comprendido y que consiste en una suerte de “unión íntima” entre dos partículas subatómicas sin importar a qué distancia se encuentren la una de la otra. Cuando dos partículas están “entrelazadas”, cualquier modificación que llevemos a cabo sobre una se reflejará de inmediato en la otra, aunque ésta se encuentre en el otro extremo de la galaxia.

En esencia, los investigadores lograron demostrar que acciones llevadas a cabo en el futuro pueden ejercer influencia en eventos del pasado. Siempre y cuando, claro, limitemos la experiencia al ámbito de la Física Cuántica.

La lectura de este trabajo me estimuló como metáfora de la memoria, en la cual también entrelazamos momentos que suspendidos en el pasado nos dan nuevos significantes en el presente.

Si como terapeutas podemos ser coautores de la literatura personal de nuestros clientes quizá podamos entrelazar otros tejidos de la propia realidad; cabria pensar que quien no se permita cambiar su pasado este condenado a repetirlo…

 

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